Este es el primer libro de memorias sobre caza mayor de una serie de seis. Dios hizo al hombre cazador, narra la evolución del autor como guardabosques y cazador de caza mayor en la Rodesia colonial (hoy Zimbabue).

Cuando tenía veinte años, además de una buena cantidad de antílopes, había matado seis leopardos, un elefante y un cocodrilo de cuatro metros de largo. Cazaba a estos animales por su cuenta y resolvía todos los problemas que se le presentaban por ensayo y error. Por ejemplo, el primer leopardo al que disparó fue el primer leopardo que había visto en su vida. El primer elefante al que disparó fue el segundo elefante que había visto. Describe honestamente los terribles miedos y las serias dudas que soportó mientras ejecutaba estas primeras cacerías.

En noviembre de 1959, a los veinte años, se incorporó al Departamento de Parques Nacionales y Gestión de la Vida Silvestre de Rodesia como guardabosques. Primero fue destinado al Parque Nacional de Matopos, donde, en menos de un año, su cuenta de leopardos aumentó a casi veinte.

En octubre de 1960 fue transferido al Campamento Principal, en el Parque Nacional de Hwange. En tres meses, en compañía de un guardabosques de mayor antigüedad que era su mentor, cazó dieciocho elefantes, cinco búfalos y un hipopótamo; y había cazado por su cuenta a un león que mataba ganado. Todos estos animales fueron rastreados con pisteadores bosquimanos y abatidos fuera de los límites del parque nacional. Después de enero de 1961, comenzó a cazar todos por su cuenta. Su confianza creció, a la par que su experiencia en constante aumento.

Algunas de las cacerías que el autor describe en este libro seguramente se registrarán entre las historias de caza mayor africana más emocionantes jamás contadas.